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Mama me vino

A medida que pasan los meses, más mujeres nos consultan sobre copas menstruales pequeñas, para sus hijas o sobrinas... La intención de acompañarlas, enseñarles opciones y una relación diferente con el ciclo menstrual hace que podamos decir con certeza que la nueva generación va a vivir una menstruación sustentable y mucho más alineada con su feminidad. 

Mama me vino

Nos enseñaron a vivir en un mundo descartable, donde la menstruación es un desecho. Mi primer sangrado llegó a mis 10 años, y mi mamá con mucho amor me dio una toallita. Me enseñó a ponermela y a cómo ocultarla una vez pasado el tiempo de uso. 

Mi mamá no estaba preparada, la agarró por sorpresa. A mi también. 

Me acuerdo muy vívido el momento en que me dijo que eso no era una sola vez como yo creía, sino que era algo que me iba a pasar todos los meses… y rompí en llanto!! 

Su actitud fue relajada, me dio el speach de que nos pasa a todas las mujeres, y que es natural... Pero recalcó sobre el envolver muy bien la toallita en papel higiénico y tirarla a la basura en el tacho de la cocina, porque esa basura seguro se sacaba más seguido que la del baño y “eso” juntaba olor. 

Acto seguido, me llamó mi tía, mi abuela y otra tanda de la familia a felicitarme. Mi papá reaccionó con cara de “y qué hago?”. Y nunca más se habló del tema hasta tres años después,  donde la rutina de competencia deportiva me obligó por casi orden de mi entrenador, a conocer los tampones. Y claro… entre una cosa y otra, gana el tampón por comodidad, aunque mi mamá me decía “solo para los días que te toque entrenar”. Ni ella estaba muy convencida de por qué, pero me lo decía. 

Fui creciendo y alternaba trapitos, bombachas destinadas a “esos días”, toallitas y tampones. Nunca me convencieron los métodos descartables, desde muy chica los sentí tóxicos y que apestaban. Usé muchos trapitos y tiré muchas bombachas a la basura. Muchos años después apareció la copa menstrual en mi vida! Y bueno, ya sabemos que es un camino de ida. También reemplacé los trapitos por toallitas de tela. Pasé por cantidad de infecciones, especialmente los meses que usaba toallitas descartables o tampones. Me puse muchos óvulos recetados en la vagina; desde chica. Por suerte y pese a todo esto, nunca odié mi ciclo menstrual; pero sí conviví con amigas que daban lo que sea porque esa enfermedad horrible desapareciera de su cuerpo. 

Hoy , muchas mujeres que pasaron un proceso parecido (tengo que agradecer que el mio fue, dentro de todo, muy acompañado y consciente) ; están facilitando métodos menos tóxicos al cuerpo de las niñas que las rodean. La copa menstrual siempre fue una experiencia de paso entre mujer y mujer y hoy se da entre madre e hija. La verdad que cuando llegan esos casos, emociona. Emociona porque la primer experiencia menstrual de cada mujer fue diferente y esos primeros años de sangrado nos establecen una relación con el ciclo menstrual a futuro. No basta solo con la esencia personal de cómo lo asimilamos, sino que cuando nos rodea un contexto extremadamente machista que nos recuerda lo sucio y lo impuro que es la menstruación a sus ojos, nos condiciona. Y todo esto rodeado por el enorme negocio de lo descartable.

Hay una enorme movida que facilita la copa menstrual a las nenas. Hay marcas como Naturcup o Mialuna que exclusivamente tienen un diseño que contempla la anatomía de una jóven que no ha pasado por muchos ciclos ni por relaciones sexuales. ¿Cómo se puede relacionar con su ciclicidad, una niña que no tuvo que ocultarla, ni sufrirla, ni que tratarla con medicamentos intravaginales? 

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